domingo, 6 de julio de 2008

BENITRES O "LA POZA DE LA MARRANA".

Era con la calor, cuando llegaban los días tórridos del estío en Murcia, cuando los críos buscábamos la manera o maneras de solaparnos del solazo encontrando la forma acuática más idónea para mantener el sudor estival lo más a raya posible. Siendo más pequeños allá por la década del 60 del pasado siglo los de mi generación contábamos con las acequias que cruzaban la Huerta para sumergir nuestros aguerridos cuerpos pre-adolescentes en el líquido elemento y jugar hasta hartarnos con el agua, que entonces pasaba la mayoría de las veces fresca y clara, siempre coincidiendo con las tandas de riego que tenían su día prefijado y el cual conocíamos todos a la perfección. Y así, entre baños, correrías y juegos, transcurrían los veranos de aquella infancia y pubertad en el jardín huertano que rodeaba mi casa y que tan cerca estaba de esta querida Alberca mía…
Pero centrándome en el título de este mi artículo, quiero reflejar aquí y ahora el salto en calidad y distancia que me permití dar junto con mis compañeros y amigos del Instituto de El Palmar, al descubrir un lugar y entorno paradisíaco donde los hubiere a los ojos ya adolescentes de este que lo relata en aquellos momentos.
Me refiero al arroyo que corría paralelo a la carretera del Puerto de la Cadena y al cual denominábamos en un principio la Balsa de la Marrana. Como todas las cosas su descubrimiento tiene su enjundia, ya que la gente de El Palmar lo conocía más porque desde bien pequeños, los críos correteaban y se remojaban, cuando las madres iban a lavar, y aún no había agua corriente en las casas, al llamado Puente de las Lavanderas por debajo del cual fluía el citado arroyo. Pero para los que íbamos de otros pueblos era una adquisición nueva para nuestros jóvenes sentidos y que dicho sea de paso se convertía en algo digno de recordar de lo realmente idílico que resultaba, aunque a algunos de los lectores les cueste creerlo. Su descubrimiento para nosotros tuvo que ver con una actividad educativa programada por el Departamento de Ciencias Naturales del Instituto, el cual con doña Gema a la cabeza tenía a bien llevar a sus alumnos a descubrir el entorno natural y enseñarnos a recolectar plantas para hacer un álbum de clasificación de las mismas. A los que allí estuvieron y tengan la oportunidad de leer este escrito, no les sonarán extrañas estas alocuciones ya que la mencionada excursión tuvo su historia…
Había que cruzar el arroyo varias veces ya que el camino así lo requería y en esos cruces más de uno metió los pies en el agua limpia y cristalina que circulaba por el agreste arroyo, pero lo inesperado fue que la pobre doña Gema resbaló en uno de los saltos y cayó al agua casi enterita, menos mal que no había gran profundidad, pero después del susto y al comprobar que no se hizo nada serio, las risas a escondidas de muchos de nosotros se convirtieron en las protagonistas del momento que quedó grabado en la memoria de todos nosotros. Y como era ya el mes de mayo y la calor apretaba se iban secando nuestras ropas a medida que íbamos caminando y recolectando las hojas y plantas para el trabajo escolar. Andando y andando ascendíamos por el arroyo hasta que llegamos a un salto de agua que según mis ojos de entonces era grandísimo, ya que nos triplicaba en altura a más de uno de nosotros, ni que decir tiene que enseguida y pese a las advertencias de la profesora empezamos a cruzar el mencionado salto con el riesgo de mojarnos o mejor dicho con la intención de mojarnos a caso hecho… ¡eramos como críos!
Más tarde cuando regresábamos de la excursión mayera, ya estábamos haciendo planes para volver y trotar a nuestras anchas por aquel maravilloso lugar recién descubierto para nuestros ojos. Lo que vino después fue ya la reoca, ya que cuando volvimos por primera vez por nuestra cuenta nos enteramos por los amigos palmareños que nos acompañaban que más arriba había unas balsas en el cauce del mismo arroyo que eran verdaderas playas naturales al alcance de todos, e incluso en una de ellas que era más profunda los más atrevidos se tiraban desde lo alto de una gran roca que había en uno de sus lados. Pues bien estos remansos de agua clara y más limpia de lo que ahora nos podemos imaginar eran los conocidos como la Balsa de la Marrana, y a los cuales sobre todo los domingos y días de fiesta acudían en masa muchos excursionistas con la familia incluida, para pasar un día fresquito y sin pagar un durito… Y si no ibas temprano te quedabas sin sombra donde instalar las mesas y las silla portátiles para comer… Pues bien en torno a la década de los 70 fue cuando tuvo lugar el boom turístico del municipio alicantino de Benidorm, y muchos murcianos que podían, acudían de domingueros a esas costas benidormíes con sus famosas playas de Levante y Poniente a remojarse y codearse con el turismo europeo que llenaba hasta rebosar los hoteles y hospedajes de ese, que en su día fue pequeño pueblo de pescadores... Y ¿por qué todo esto? Pues mis amables lectores, todo tiene su explicación… Como muchos se iban a Benidorm y luego venían contando mil glorias, a la gente de la calle le dio por decir que si Alicante tenía su Benidos, en Murcia teníamos… Benitres, en relación a las tres pozas o remansos grandes que hacía el arroyo del Puerto de la Cadena, y encima de todo el agua era dulce y no había que ducharse ni quitarse la sal después… y es que en esto de las competiciones aunque sean a pequeña instancia y sin que las establezca nadie los murcianos nos llevamos la palma en términos bien entendidos.


Pues bien Benitres o la Balsa de la Marrana los domingos del estío se convertía en un pequeño hervidero de gente, que bien en coche o bien andando iban hasta sus cercanías para pasar un día de asueto y de baño que no se lo saltaba un galgo… Pero durante los días de la semana era un lugar casi vacío y al cual nos acercábamos los zagales y zagalas de La Alberca y El Palmar a darnos nuestro chapuzón y a merendar y porque no también a ligar que de todo había.
Hoy en día la suerte de ese idílico paisaje ha ido pareja al ensanchamiento de la autovía, así como a la pertinaz sequía que se ha instalado en nuestro querido territorio sin que nadie la invite pero a su vez causada por ese afán de progreso desmesurado que asalta a una parte de la humanidad en la cual nos encontramos.
Si en su día se convirtió en un lugar maravilloso de recreo hoy creo que ha quedado relegado a un hilillo de agua, y la mayoría de sus pozas han visto mermado su caudal hasta su casi desaparición. El ser humano es así, nos empeñamos en matar a la gallina de los huevos de oro para descubrir de donde sale este y nos cargamos todo a nuestro alrededor sin pensar muchas veces en las consecuencias últimas. Confiemos que nunca sea demasiado tarde…

JOSÉ ANTONIO SAURA SÁNCHEZ

sábado, 5 de julio de 2008

TU


Desde lo más hondo de la mirada,
allí estas tú.
Tu, que todo lo alcanzas,
con esa quietud tuya, que hace mas grande
todo lo que en ti se encierra:
Amor, Paz, Comprensión, Eternidad…
Todo es un símbolo ante ti:
Fe, Esperanza, Dulzura, Tesón…
Junto con la ilusión del día a día,
alrededor del jardín de tu sonrisa,
con la sonoridad de tu cálida estancia…
Todo en ti obtiene permiso para ascender.
Tu eres el amanecer de las horas,
la placidez de nuestra alegría,
el encanto de todo lo divino,
la humanidad en lo desconocido,
las palabras que alimentan mi alma,
la calidez del remanso de paz,
la simiente en dos perlas de agua
que dejaste sembradas en una mañana
y que alegres y joviales vuelan
desde la ventana de tu confianza.
Eres tú el inmenso fragmento de mi vida,
la base de toda mi humilde energía
el candor de nuestra sólida unidad
todo eso,y mucho más, eres tú…
José Antonio Saura Sánchez