martes, 17 de enero de 2012

A VECES ESAS COSAS...


Cuando algo te llama la atención te sueles parar, al menos un instante... depende siempre de la fuerza de esa llamada de atención. Pero no es el ruido lo que te atrapa sino la fuerza de la expresión de ese momento... No porque se grite se escucha antes; no porque se lance un pullazo el daño causado es igual al impulso dado... eso es así. A veces esas cosas no pasan porque si, suelen pasar porque se buscan o las buscan pero no tanto por lo que te aflige sino por lo que te llega. Eso es así... La ignorancia suele dañar mucho más que la sapiencia naturalmente. La ignorancia es un arma letal en manos de un osado. Pero... ¿qué se le va a hacer? La intención puede ser más o menos pero nunca es la misma intensidad la que se lanza que la que se recibe... La templanza se nutre de la paciencia y esta se mantiene con la serenidad del tiempo que te va enredando en sus segundos alocados, tragados por la magnificencia de las horas que se diluyen en la prisa de este mundo ajetreado. Pero... ¿qué se le va a hacer? Contra el tiempo no podemos ir, contra la ignorancia algo más pero... ¡cuidado!... nunca con tanta fuerza como uno quisiera.
Esta mañana sin ir más lejos me he encontrado con un ejemplo que viene a ilustrar estas contradicciones mías, en las que de vez en cuando me sumerjo para darme cuenta que poco más puedo hacer. Un mozalbete se empeñaba en hacerme ver a mi lo blanco como si fuera negro, a pesar de todas mis explicaciones basadas en el conocimiento de los libros y de la cultura adquirida con mucho esfuerzo, eso sí, en toda la dilatada vida de lectura y estudio que gracias a mis padres he logrado, que gracias a mi tesón he ido coleccionando... Pero a pesar de todo aún sigo siendo una persona que no sabe mucho, porque tampoco se puede saber mucho, porque el saber no tiene límites y uno que es imperfecto por naturaleza sí que los tiene.
Pero bueno, a lo que iba, la ignorancia supina es tan atrevida que te pone a veces en el límite de lo inverosimil, y eso es lo que me ha pasado esta mañana con este ingenuo mozalbete que pretendía imponerme su teoría nacida de la nada, de que lo suyo era lo bueno, y de que lo que opina el resto del mundo es lo erróneo... Yo he intentado sacarlo de su crasa equivocación pero lejos de conseguirlo, ha servido para reforzar lo suyo que al final de cuentas es lo que el quería, pero eso sí, sin mi autorización y sin el más mínimo consentimiento ni cultural, ni lógico. Pero... ¿qué se le va a hacer? Cada uno con su ignorancia es feliz. Así que para que romper con el verdadero saber esa felicidad autoconsentida.


Nunca se termina uno de sorprender con estos personajes tan espectaculares que somos nosotros mismos, con nuestras cosas, con nuestras osadías, con nuestras ignorancias... En fin, a lo que iba. A veces esas cosas a mí, por lo menos, me sirven para seguir pensando. Y ya, por tanto, me sirven de algo...

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